martes, 30 de mayo de 2023

Me tomó tiempo

Tres años me tomó saltar al vacío para dejarte ir. Recuerdo estar sentada frente a la terapeuta explicándole que simplemente no estaba lista para soltar esta relación que me estaba consumiendo poco a poco. No olvido que repetí en muchas ocasiones que prefería vivir así, en un dolor perpetuo que enfrentarme al potencial dolor de acabar con todo. No me equivocaba, saberme no amada por ti me hizo sentir más sola que de construmbre. De repente ya no necesitaba una razón para seguir -si es que un día la necesité- y era más fácil simplemente acabar con todo. Pero este sentimiento va más allá del desasociego imbécil del amor romántico. Esto fue producto de un ciclo vicioso; de un juego macabro donde por momentos se me dio amor y por otros se me entregó repulsión -aunque no me atrevo a decir que odio-. Me engresqué en un sistema de enredaderas que en apariencia lucían llenas de vida pero que fueron consumiendo la mía hasta dejarme seca, como flor marchita. Te amé a pesar de todo, incluso a pesar de ti mismo. Probablmente te amaré toda la vida, porque te conozco, porque todavía me recuerdas al color azul profundo. Sospecho que ellas nunca te conocieron como yo te conocí aunque no importa ya, porque tú decidiste que era mejor tenerme a distancia, administrar el amor a cuentagotas, como las gotas de rivotril que me administraron en el psiquiátrico para poder dormir después de mi intento de suicidio. Hoy, dos años después de estar tirada en el baño rodeada de paramédicos dándome los primeros auxilios mientras mi madre miraba fijamente, me encuentro en el mismo lugar. Solo que esta vez, miro las hojas nuevas que le salen a mi Monstera adansonii que hace un año coloqué por encima del espejo. Me parece descarado que en el mismo lugar donde estuve a punto de morir ahora crece nueva vida. A veces pienso que debí morir, todo hubiese sido más sencillo, al menos para mi. A ratos me asombra verme en el espejo, bajo la pequeña selva frondosa que emana en el tocador intetando recuperar mi vida, incluso a ratos, viviéndola. Hace un mes, A. me dijo que me amaba. Todavía no sé qué sentir. Pienso que algo malo pasará. Recuerdo las veces que dijiste que me amabas y las veces que no actuaste consecuentemente a esas palabras. No quiero volver a sentirme en ese lugar donde era más fácil saberme en dolor perpetuo que enfretarme al dolor inmediato de la partida. Aunque si soy honesta, no creo volver a estar ahí; siento que algo de mi murió el día que yacía en el piso del baño. Y lo poco que quedaba vivo terminó por sucumbir cuando leí tu cuaderno donde decías estar enamorado de Teresa -el mismo nombre que tiene la amante (ahora esposa) de tu padre-; me sigue pareciendo sumamente irónico. Además, creo que no me volverá a pasar porque aprendí la lección; tal vez ahora me he vuelto un poco cínica y estoy bien con eso. Mi insolencia es mi herramienta de supervivencia. Ojalá un día me alcance para seguir con mi camino como si nada hubiese pasado, como creo que ahora vives tú o tu amigo Antonio -el patán- que a pesar de todas sus violencias ha salido bien librado por la vida y estoy casi segura, logra conciliar un sueño reparador todas las noches que le mantienen el rostro jovial y el cabello reluciente. Espero un día poder leer el poema de "Ya no será" de Idea Viñariño y no sentir una punzada que me atraviesa el cuerpo. También espero poder leer alguna vez alguna vez tal vez me iré sin quedarme me iré como quien se va Sin sentir que me desgarro. Seguro solo es cosa de tomarme el tiempo.

jueves, 16 de febrero de 2017


No puedo escribir lo que siento siendo música. Tal vez pueda ser como lo que se percibe en las bailarinas de I. Cunningham...

martes, 29 de mayo de 2012

Tiempos

Ese momento en que nos dimos cuenta que vamos por diferentes caminos. Jodidos caminos.

miércoles, 8 de febrero de 2012

La última vez.

Hace mucho no me encerraba en mi closet, debí tener 7 años desde la última vez que lo hice; había olvidado lo reconfortante que se siente estar rodeada de obscuridad mientras me explotaba el torso…

martes, 6 de diciembre de 2011

Entre copas y confesiones.

"No sé como te atreves
a venir a decirme que me quieres
cuando yo te suplicado muchas veces
y jamás me hiciste caso.

No sé como puedes atreverte
a venir a pedirme que te acepte
cuando tu no haz aceptado
ni una sola de las cosas
que te digo".

domingo, 20 de noviembre de 2011

Esto no le tocaba a ella.

Dice mi madre que desde que Virginia fue joven fue aprensiva. Cuando nació su primogénito solía pasar las noches en vela asegurándose de que el pequeño respirara, y repitió el patrón con el resto de sus hijos.

Su corazón era más grande, al igual que Ana Rosa, me gusta pensar que era porque guardaban grandes sentimientos en sus corazones. A diferencia de Ana Rosa; a Virginia le habían sugerido un transplante de corazón, pero después de la muerte de su esposo hace casi 10 años pensaba consantemente en los riezgos más que en los beneficios, pues pensaba más en sus hijos que en ella misma.

Vicky no tenía vesícula y su hígado ya no funcionaba bien. Vivía preocupada, y cosas muy sencillas la hacían feliz, pero sobre todo se veía realizada a travéz de la realización de sus hijos.

Virginia dejó de vivir hace exactamente una semana, en la misma hora en la que intento escribir lo que siento y lo que veía en ella. Sufrió dos paros respiratorios que la dejaron con las fibras de su corazón deshechas, pero yo estoy casi segura que su corazón terminó de romperse en Enero cuando murió su hermana Ofelia.

Ella es la Octava hija que entierra mi abuela y nada me parece más antinatural que el dolor de mi viejita hermosa. Para mi madre el número de hermano muerto es el mismo, ocho, pero el dolor sigue creciendo potencialmente casi al triple.

Tus ojos azules no brillaban para cuando llegué a despedirme de ti, pero te reconocí por tus pecas en los hombros, esa bolsa en la que te pusieron era sólo momentanea para el atuendo de luz que haz de vestir ahora. Ahora eres explosión, eres música y haces una hermosa melodía junto con Ofelia y Ana Rosa. Las llevo conmigo.

viernes, 21 de octubre de 2011

Esto no me toca a mi.

-¿Sigue respirando?
-Sí tía, tranquilízate.
-No sé que hacer. ¡Señorita una ambulancia por favor! ¿Qué? ¡En 20 minutos!
-Dame el teléfono tía, vete a sentar y dile a mi abuela que se calme.
-Yo no puedo ir en la ambulancia ¿puedes ir tu?

Sólo tengo 22, yo no soy nada para tener esta responsabilidad; no sé que hacer. ¡Qué hago! ¡Puta madre qué chingados hago! ¡Tía O. por favor respira!¡¿Qué hago?!
Mi corazón explotó en mil pedazos, mi alma se acongojó, mis pulmones comenzaron a trabajar rapidamente, decenas de lágrimas comenzaron a salir de mis ojos; incluso recé, esa madita costumbre que me inculcaron, ese maldito dios que me mostraron.Todavía me duele ese momento en que fui viendo la vida de mi tía O. irse de entre mis manos, y reponerse horas más tarde para asimilar la realidad de una muerte próxima, lenta y muy dolorosa.

Esto no me toca a mi. Pero tampoco le toca a mi abuela de 99 años sufrir la muerte no. 7 de sus 11 hijos. Tampoco le toca a mi madre despedirse de su hermana O. cuando tan sólo han pasado 3 años de la muerte de A.R. su otra hermana; ni a mi tía V. enferma del corazón y de tristeza en el alma.

Esto no me toca a mi, y mi llanto es el más egoísta de todos.
Me guardo esto, y hoy al menos no pretendo cuidar el estilo, la ortografía, la coherencia en mis palabras. Hoy me siento de la chingada porque estoy atorada en esta maldita ciudad sin poder trabajar en mis metas porque mi madre y mi abuela me necesitan y sobre todo porque tengo esta dualidad de querer expresar mi frustración, mi rabia, mi profunda tristeza y no poder hacerlo por no preocupar a mi madre.

Esto no me toca a mi, tan sólo tengo 23 años.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

2 de Noviembre


Hoy en la panadería ya no vendían "pan de muerto" tradicional.
Hoy en la panadería vendían "pan de occiso(1) para estar acorde con la realidad de este país.

1. adj. Muerto violentamente.