domingo, 20 de noviembre de 2011

Esto no le tocaba a ella.

Dice mi madre que desde que Virginia fue joven fue aprensiva. Cuando nació su primogénito solía pasar las noches en vela asegurándose de que el pequeño respirara, y repitió el patrón con el resto de sus hijos.

Su corazón era más grande, al igual que Ana Rosa, me gusta pensar que era porque guardaban grandes sentimientos en sus corazones. A diferencia de Ana Rosa; a Virginia le habían sugerido un transplante de corazón, pero después de la muerte de su esposo hace casi 10 años pensaba consantemente en los riezgos más que en los beneficios, pues pensaba más en sus hijos que en ella misma.

Vicky no tenía vesícula y su hígado ya no funcionaba bien. Vivía preocupada, y cosas muy sencillas la hacían feliz, pero sobre todo se veía realizada a travéz de la realización de sus hijos.

Virginia dejó de vivir hace exactamente una semana, en la misma hora en la que intento escribir lo que siento y lo que veía en ella. Sufrió dos paros respiratorios que la dejaron con las fibras de su corazón deshechas, pero yo estoy casi segura que su corazón terminó de romperse en Enero cuando murió su hermana Ofelia.

Ella es la Octava hija que entierra mi abuela y nada me parece más antinatural que el dolor de mi viejita hermosa. Para mi madre el número de hermano muerto es el mismo, ocho, pero el dolor sigue creciendo potencialmente casi al triple.

Tus ojos azules no brillaban para cuando llegué a despedirme de ti, pero te reconocí por tus pecas en los hombros, esa bolsa en la que te pusieron era sólo momentanea para el atuendo de luz que haz de vestir ahora. Ahora eres explosión, eres música y haces una hermosa melodía junto con Ofelia y Ana Rosa. Las llevo conmigo.