viernes, 21 de octubre de 2011

Esto no me toca a mi.

-¿Sigue respirando?
-Sí tía, tranquilízate.
-No sé que hacer. ¡Señorita una ambulancia por favor! ¿Qué? ¡En 20 minutos!
-Dame el teléfono tía, vete a sentar y dile a mi abuela que se calme.
-Yo no puedo ir en la ambulancia ¿puedes ir tu?

Sólo tengo 22, yo no soy nada para tener esta responsabilidad; no sé que hacer. ¡Qué hago! ¡Puta madre qué chingados hago! ¡Tía O. por favor respira!¡¿Qué hago?!
Mi corazón explotó en mil pedazos, mi alma se acongojó, mis pulmones comenzaron a trabajar rapidamente, decenas de lágrimas comenzaron a salir de mis ojos; incluso recé, esa madita costumbre que me inculcaron, ese maldito dios que me mostraron.Todavía me duele ese momento en que fui viendo la vida de mi tía O. irse de entre mis manos, y reponerse horas más tarde para asimilar la realidad de una muerte próxima, lenta y muy dolorosa.

Esto no me toca a mi. Pero tampoco le toca a mi abuela de 99 años sufrir la muerte no. 7 de sus 11 hijos. Tampoco le toca a mi madre despedirse de su hermana O. cuando tan sólo han pasado 3 años de la muerte de A.R. su otra hermana; ni a mi tía V. enferma del corazón y de tristeza en el alma.

Esto no me toca a mi, y mi llanto es el más egoísta de todos.
Me guardo esto, y hoy al menos no pretendo cuidar el estilo, la ortografía, la coherencia en mis palabras. Hoy me siento de la chingada porque estoy atorada en esta maldita ciudad sin poder trabajar en mis metas porque mi madre y mi abuela me necesitan y sobre todo porque tengo esta dualidad de querer expresar mi frustración, mi rabia, mi profunda tristeza y no poder hacerlo por no preocupar a mi madre.

Esto no me toca a mi, tan sólo tengo 23 años.